Francesco Cirio nació en Nizza Monferrato, entonces parte del Reino de Cerdeña, en una familia pobre y analfabeta. A los 14 años se instaló en la capital del reino, Turín, donde comenzó a conservar los tomates en latas con el fin de exportarlos; y esto dio pie a crear su propia compañía en 1856. A los 20 años hizo levantar su primera fábrica en Turín y poco más tarde, en 1861, amplió su capacidad de producción adquiriendo nuevas plantaciones e instalaciones en el sur de Italia. En 1867, Cirio expuso sus productos en la Exposición Universal de París, donde fue reconocido con varios premios de prestigio.